Claudia Morales tiene derecho a su miedo. Hace casi 3 años hablo de su violación por un poderoso hombre “Una mujer joven termina su jornada laboral, llega a su hotel, se baña y se arregla para salir a cenar con una pareja de amigos. Alguien golpea en su habitación. Ella mira por el rabillo de la puerta, es su jefe. Abre, Él la empuja. Con el dedo índice derecho le ordena que haga silencio. Le hace preguntas rápidas mientras la lleva hacia la cama. Ella, que siempre tiene fuerza, la pierde, aprieta los dientes y le dice que va a gritar. Él le responde que sabe que no lo hará. La viola”. Desde ese momento todos los jefes de Claudia quedaron como sospechosos. Sin embargo, sus declaraciones posteriores perfilaron al posible violador. Suponer su nombre es fácil, decirlo muy comprometedor. Hay que aceptar que Claudia, como tantas otras mujeres tiene derecho a su miedo cuando hay un abuso o un acoso sexuales respirándole en su nuca. El miedo paraliza y es muy difícil vivir día tras día con ese fantasma rondando la cotidianidad. Y mucho mas con el poder cultural, jerárquico o político que rodea al abusador.
Las mujeres abusadas tienen miedo. Porque los abusos ni se han detenido ni han mermado. Por el contrario pareciera que se hubiesen multiplicado como si la consigna del patriarcado fuera “redoblar esfuerzos” para seguir marcando territorio. Los movimientos de apoyo son valiosos pero no eliminan el temor. Siempre hay un momento de infinita soledad donde el abusador puede hacer de las suyas. Se disfraza, se camufla, representa varios papeles y es muy difícil escapar de su venganza. En definitiva frente al abuso siempre está la soledad, la mujer agazapada, tratando de encontrar una estrategia que la libre del acosador.
Ese miedo se siente en las entrañas y paraliza. La pandemia ha aumentado los casos de violencia intrafamiliar y la sensación de desamparo es aterradora. No violan sólo guerrilleros u hombres enfermos, no. Desde el gobernador de New York, el director de la Liga de Boxeo femenina o el cronista Alberto Ramos Salcedo, en cualquier escenario surge el abusador que considera que ser hombres es un poder y un derecho. ¿Cómo evitarlo?
El atropello del poder en cualquier escenario genera la sensación de impotencia o indignación. Es difícil enfrentarse con ello. Se de historias de mujeres que prefieren “entregarse”, claudicar con sus propias vidas porque esa lucha es demoledora. La depresión, el intento de suicidio, la pésima autoestima, sentirse como objeto, vivir para ser el tapete de otros, tantas “modalidades” donde la marca del poder deja su huella. Pareciera que siempre hay un “El” en la vida de las mujeres. Hay que estar esquivándolo o buscando estrategias para librarse de su aterradora presencia. No es mucho lo que hace la cultura porque el poder tiene demasiado poder. ¿Qué misterio ronda al poder para soslayarse humillando y sometiendo? ¿Cuál es la magia del poder para no considerar a los que conviven con él? Jerarquía y poder no son lo mismo: se acepta la jerarquía pero no el poder que discrimina. El poder es posiblemente el instrumento humano mas demoledor porque es imposible enfrentarlo. Al final, la sensación que genera su omnipresencia es de desprecio por la condición humana, incluyendo todo lo que nos rodea…
Gloria H. @GloriaHRevolturasImagen