Bueno, creo que soy la última. Muchos, todos, ya han hablado de su obra. De su profundidad, del acierto para describir la realidad de su pueblo y de Colombia entera en el momento indicado. Tuvo tanto la genialidad de la palabra como la genialidad de la percepción de sucesos arraigados en el dolor del terruño. Supo escribirlos sin haber cumplido ni 30 años. Sorprendente, cómo siendo una persona tan joven pudo captar el sentir de la tragedia tocando a las puertas de la historia de su vida. La verdad transmitida a través de las palabras para construir un relato sobre la violencia desgarradora de nuestro país. Escribió en ese momento, la mejor de sus obras, la que le abrió las puertas de la fama, la que nos hace sentir orgullosos de ser vallecaucanos como él, de vibrar con él en temas regionales, de reconocerlo como el mas valioso escritor contemporáneo para el Valle del Cauca. Su obra “Cóndores no entierran todos los días”. El autor, un amigo incondicional, Gustavo Alvarez Gardeazabal.
Mi primer recuerdo es respondiéndome a una entrevista en su casa de Santa Mónica, la primera que ocupó la familia cuando llegaron de Tuluá. Pájaros, orden, sencillez. Paralelo, había conocido a su hermana Esneda, directora del departamento de Educación de Comfandi. Y entonces surgió la amistad. Entrañable, inseparable, desinteresada. No podría precisar quien llegó primero: él o ella, pero definitivamente ellos, como su familia, hacen parte de mi vida a través de muchos años de momentos compartidos. Desde entonces, ha estado allí, incondicional, fuerte, aguerrido, siempre presente. Al igual que ella, amiga del alma. Pero es del amigo de quien quiero hablar, del hombre del que no hay que estar constantemente visitando, para saberlo incondicional y generoso. Como no recordar las tertulias en Porce, donde Gonzalo Gallo, Elly Burckardt, Mario Fernando Prado y yo asistíamos a almuerzos plagados de vivencias, chismes, premoniciones y carcajadas. El amigo, el anfitrión de la buena comida, de los buenos momentos.
Como Gobernador no olvidó nunca a sus amigos sin que ello representara favorecimiento o preferencia. Su creación de los Mazos, desde Infivalle con Gustavo Góngora, fue la semilla de la esperanza para tantos jóvenes de tantísimas municipios del departamento que vieron otros horizontes para sus vidas. Sin temor a equivocarnos fueron el Valle y él como Gobernador, los pioneros de los programas “Ser pilo paga” y los demás que los reemplazaron a nivel nacional. El Valle esta en mora de buscar a estos Mazos y encontrarse con sus realizaciones. Sorprendente comprobar hasta donde llegaron algunos de ellos, sorprendente.
Porque nadie tan vallecaucano como él, tan orgulloso de su tierra. Tiene una casa en Cartagena y a veces le juega infidelidad a Tuluá pero siempre regresa, es de aquí. Es un hombre capaz de gritar para defender aquello en lo que cree. Para mi, su irreverencia es su mayor legado que se trasluce en su obra, en su actuar, en su vida, en sus relaciones. Se atrevió y su voz fue tan potente como sus letras. Pero aun cuando sus libros cualquiera los puede conseguir, su amistad no es tan fácil de obtener. Por ello es el amigo el que merece todo mi reconocimiento. Otros hablaran de su obra, yo hablo del valiosísimo tesoro de su amistad…
Gloria H. @GloriaHRevolturas