A consulta llega una paciente “vuelta nada”. Su cara trasluce inmensa angustia. Pregunta si la puerta estaba bien cerrada. Revisa que no haya cámaras. Ansiosamente frota sus manos. Empieza a contar sus desgracias. Todo esta mal. Su marido, no la voltea a mirar. Si le habla no la escucha. Parece ido, le importa un bledo lo que ella diga. Sus diálogos se han convertido en un reclamo continuo. No pueden ni sentarse a desayunar porque ya pelean. Ni siquiera los argumentos importan: la confrontación es inmediata. Su casa parece un ring. O un inquilinato porque sus hijos cada uno vive en su propio laberinto. Encerrados en sus cuartos, no tienen contacto con ella, ni con nadie. Cada uno en su mundo. Todo el tiempo barre y limpia pero al rato, otra vez todo esta desordenado. ¿Amigas? Ni para que las busca, ¡qué hartera! Sumida en la desesperanza “nada puede hacerse” y su futuro es quejarse repitiendo todos los días ese escenario devastador. Parece secuestrada en la desgracia.

Resonando en el caso, equivocadamente, se podría responder que sí, que las circunstancias son demoledoras. Que vaina lo de su marido. Parece que mira para otro lado, como si tuviera otros intereses. Y que tal sus hijos, en que líos estarán metidos. ¿Ha averiguado si pueden estar consumiendo drogas? Cada uno en su laberinto parece que no les interesara interactuar porque cada quién debe pensar que está haciendo lo correcto. Los otros son los equivocados, pero ellos no. Señora, la considero, qué desgracia la suya. ¿Le pasó mas kleenex? Usted no cuenta con nadie. ¿Por que no intenta hablar con una amiga o con su familia? ¿Así de abandonada esta? La veo muy, pero muy mal. Solo le queda aguantar y soportar. Aquí no hay futuro. Solo un presente oscuro, monótono. No hay nada por hacer. Su única opción es seguirse quejando, comprobando día a día que su hogar es una desgracia, se merece su suerte, usted escogió a su marido y él no se va a ir. ¿Por qué tiene que hacerlo si usted lo eligió? Su situación es dramática. No hay esperanza. Solo le queda aguantar: resista, enciérrese. Espere un desenlace trágico. ¿Conoce la teoría de la “profecía autocumplida”?

Este simulacro de consulta es lo que creo sucede con Cali y su alcalde. Y así como existe salud emocional individual, también la hay colectiva. ¿Cómo tratar esta “patología”? Es ingenuo esperar que Ospina “acceda” a dialogar siquiera, cuando se lo desafía y critica por todos los frentes: está siendo retado. Ahora no es tan importante definir quien tiene la razón o qué fue lo que se hizo, sino intentar despejar el futuro. ¿Para donde vamos? En la encuesta se mira para atrás pero lo vital es hacia adelante porque ni la rabia, ni el desafío, ni las denuncias, mejoran el panorama. Dos años mas de crítica y quejadera no le convienen a Cali ni a nadie. ¡Qué desgaste! Si fuera el caso de un paciente el que consulta, ¿cuál es el camino a seguir? Deben buscarse soluciones, encontrar elementos sanos para, a través de ellos, reparar y corregir. Hay que construir con la participación de todos los estamentos. Para bien o para mal todavía es el Alcalde. La revocatoria no se va a dar y dos años mas de pelea hacen la ciudad invivible. Que ya lo es ¿entonces no hacemos nada sino criticar y quejarnos? ¿No hay ninguna otra solución?

Gloria H. @GloriaHRevolturas

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