La Psicología es una ciencia “seductora”. Encanta como ninguna porque trata temas cotidianos, asuntos sobre los cuales todos podemos tener una opinión, una vivencia o una anécdota por contar. Y claro la tentación de “meter la mano” y pontificar es atrapadora porque todos “creemos saber” de Psicología. Ojo, una cosa es una opinión y otra muy diferente, un concepto científico. Allí radica la diferencia. Por eso me llamó poderosamente la atención la “profundidad” de análisis que hizo Andrés Carrillo sobre el comportamiento de Aída Merlano. Carrillo es consultor e investigador en Psicología criminal y cursa un posgrado en Clínica Mental (¿dónde?). Pero una cosa es que no se apruebe la conducta de Merlano y otra “explicar” su actitud como un trastorno antisocial con tan poquísima argumentación. Ir contra la norma, cuestionarla, no aceptarla, es una acción casi natural puesto que el mundo es evolución. El cuestionamiento es el comienzo del cambio no una patología. Aún mas, en la adolescencia casi que es requisito per se para sentirse joven y diferente y poder posteriormente seguir construyendo vida.
No adaptarse a lo social puede significar, por el contrario, tener un espíritu creativo e innovador que aporta miradas diferentes a lo cotidiano. El color y corte del cabello, los pantalones rotos, los tatuajes y percing, el lenguaje desafiante, podrían ubicarse en la categoría de lo antisocial (de acuerdo al investigador) puesto que representan una clara oposición a lo establecido. Son diferentes a lo vigente, “rompen” la regla, pero eso no ubica a las personas que los practican, en enfermas con trastornos antisociales. De acuerdo a las características citadas por el sr. Carrillo, la gran mayoría de personas, estaríamos diagnosticadas entonces con “trastorno antisocial”. Considerar que “tener dificultad para adaptarse a la estructura de la sociedad”, o que Aida Merlano “escape de manera insólita” (porque se siente perseguida, o se percibe chivo expiatorio del mundo político), o que “use su belleza para atraer miradas” clasifica con diagnóstico de “trastorno antisocial”, es absolutamente irrelevante. ¡Por Dios! Que simpleza de análisis.
La belleza, el aspecto físico, claro, contribuyen a la construcción de la auto estima. Para bien o para mal. Si Aida es bonita, si utilizo su belleza ¿cuál es el delito? Mas inmaduros los que cayeron rendidos y se “idiotizaron” con su cara bonita o su cuerpo atractivo. No midieron consecuencias y arriesgaron todo por un rato de placer. La conducta de Merlano pareciera natural en el mundo de la política, donde las influencias, la compra de votos, el “todo vale”, los favores sexuales a cambio de puestos, el embrujo del poder, son su día a día. Pero no es Aida la del trastorno (¿?) antisocial: son la cultura, la sociedad, las prácticas políticas, las que se podrían catalogar como antisociales. Aida se creyó el cuento de que la convertirían en “poderosa” e importante: su mayor debilidad, su más gran defecto, fue la ingenuidad. Una “niña grande”, mareada por los hombres que la inflaron y manosearon. ¿Cómo no iba a querer escapar (de cualquier forma) de la jauría que se la iba a comer viva? Pero por retaliación, la Psicología no puede usarse de forma tan burda para construir un perfil o un diagnóstico tan desatinado.
Gloria H. @GloriaHRevolturas
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