¿Puede un alma herida dar gracias? ¿Puede existir gratitud cuando la vida ha golpeado? ¿Qué se agradece después de que el corazón se ha partido? ¿Puedes agradecer después de una migración forzada? ¿Puedes juntar las manos y respirar gratitud cuando sienten que los sueños fueron fallidos? Quiebras, traiciones, accidentes, robos, despidos laborales, ansiedad, ataques de pánico, depresión, suicidio del amigo, amenazas… ¿Qué hay para agradecer después de una crisis?
La gratitud es la emoción humana más sanadora de cuantas existen. Porque es una emoción que conecta, que abre puertas, que crea vínculos. Si en tu corazón hay gratitud necesariamente te vuelves empático. Reconoces al otro u otra y logras vibrar con su misma energía. Si dentro de ti hay gratitud, dejas de juzgar y es la compasión la que te invade. Pero también brota la generosidad. Puedes dar y darte mas fácilmente porque estas repleto de gracia. Como si te desbordaras, puedes dar y dar… no hay ni egoísmo, ni juicios, ni críticas. Es como si la gratitud nos conectara con la divinidad, algo parecido a ser una chispa de la esencia divina. ¿Qué tan cerca estamos de Dios cuando hay gratitud? No importa si en tu corazón hay dolor, llanto o tristeza. La gratitud ayuda a reparar ese dolor porque le da sentido a lo vivido. Miras para atrás y los recuerdos ya no duelen tanto porque la ausencia de la presencia se convierte en el aire que respiras. Como escribió alguien, “que las ausencias del hoy no nublen los recuerdos del ayer”, tan gratificantes, tan enriquecedores.
Los balances son necesarios porque nos ubican en el presente. Ponen en blanco y negro nuestra vida, como si nos plantáramos frente a un espejo y viéramos la realidad sin adornos ni máscaras. ¿Qué tengo, qué he logrado, quienes me rodean, cuántas satisfacciones, cuántas frustraciones, cuantos momentos de conciencia, cuantas desilusiones? Por ello, el jueves que se celebra el Dia de Acción de Gracias, vale la pena hacer un balance personal relacionado con la gratitud. ¿Qué tienes por agradecer? Sí, todos los días puedes dar gracias por el día a día, pero tomar lápiz y papel y escribir una lista de aquello que tienes, puede ser absolutamente sobrecogedor: impacta reconocer todo lo que tenemos, lo que hemos conseguido, lo que la vida (o Dios o quien quieras) nos ha dado, lo que nos acompaña. Con la bendita manía de que siempre “se puede más” pareciera que nos negamos la posibilidad de estar satisfechos con lo que ya logramos, por tener los ojos puestos en la próxima meta. Y aun cuando sea difícil aceptarlo, la salud emocional pasa necesariamente por la gratitud, se alimenta de ella y permite que nos reconozcamos como seres humanos capaces de conectarnos con otros seres humanos, como nosotros. Solidaridad, empatía, alegría, complicidad, confianza, generosidad, amabilidad, paciencia, cordialidad… hay tantísimas emociones “colgadas” de la gratitud que bien vale la pena “usarla” mas como fuente de paz interior. Enseñarnos a ser agradecidos es una manera de contribuir a sanar nuestros demonios. Una persona agradecida no puede ser violenta. No se necesitan ni decreto ni leyes para experimentar el agradecimiento. Es una decisión absolutamente personal, pero recuerda que sentirla te conecta con lo mejor de la condición humana…
Gloria H. @GloriaHRevolturas
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