Como me gustaría que la palabra que acompañara al mundo, en el 2023, fuera atrevimiento. Que atreverse fuera algo así como el swiche que conectara con la vida. Porque quien se atreve es alguien que acepta que está vivo y debe remover creencias, debe revisar actitudes y debe estar dispuesto a ser zarandeado por el día a día. Quedarse estático, ser el mismo de años anteriores, no hacer ningún cambio en su acontecer, es algo semejante a estar congelado, a estar muerto. Morir no es solo desaparecer físicamente. Está muerto quien decide que no quiere cambiar y ni siquiera se atreve a revisar sus creencias.
Atrevimiento es una expresión de doble faz. Por un lado, significa audacia, arrojo, temple, osadía, pero por el otro significa desfachatez, insolencia, descaro, irreflexión. ¿Cuándo es arrojo, cuándo es insolencia? La línea que separa las dos definiciones es muy delgada y deslizarse para el lado de la insolencia pareciera ser más fácil. Sin embargo los calificativos de un lado o de otro, están relacionados más con quienes lo viven y con quienes lo observan. Romper estereotipos nunca ha sido fácil. Mover a una cultura conservadora no es nada, nada sencillo. Vivir con espejo retrovisor es deprimente. Respetable pero enfermizo… El que se atreve le parece correcto correr la cerca y expandir su saber. El que observa al atrevido, por lo general, le parece escandaloso que mueva la cerca en forma tan descarada. “Esta acepción de atrevimiento vincula al atrevido con el audaz y aventurero, con el que no teme a los desafíos, y por lo tanto tiene una connotación positiva, siempre y cuando el atrevimiento no pase los límites de la cordura y se vuelva temerario. Los atrevidos moderados, prudentes, son los que triunfan, los que tienen la condición de líderes, los que transforman su vida y la de los otros, con nuevas ideas y proyectos.”
Alguien dijo que es mejor frenar que empujar. Me adhiero a esta filosofía. En este momento se necesita, como nunca, apertura mental para lograr un mejor mundo que en letra menuda significa, mejores personas. Y para llegar alli, debemos despojarnos de múltiples creencias discriminatorias, raciales, políticas, religiosas, culturales. Si no nos atrevemos a ser diferentes, no habrá futuro. Soy de las que creo que el pasado nos sirve “solo” como laboratorio de aprendizaje pero muy, muy poco, como modelo de comportamiento. Respeto a los que añoran épocas anteriores pero con gran firmeza creo que el mundo de hoy es fruto de “la perfección” del pasado, por ello seguir idealizando lo vivido sin atrevernos a modificarlo, es ir derecho al abismo. Entonces el único camino por delante es el atrevimiento. Un buen ejercicio personal sería revisar qué tan viejo o vieja es. ¿Qué idea política está dispuesto a revisar? ¿Cuál concepto de sexualidad y género está preparado (al menos) para escuchar? ¿Qué tan anquilosadas son sus ideas religiosas? ¿Qué sabe del amor? ¿Medio ambiente? ¿Qué tanto ha idealizado a la madre, a la familia? ¿Qué tanto busca la perfección en las personas? Por ello mi invitación para el 2023, es atrevimiento. Arriesgarse a cambiar algo de su vida. Puede empezar por algo tan simple como cambiar de marca del arroz que “ha comprado por 10 años”. El movimiento es vida. Y de allí en adelante seguir atreviéndose…
Gloria H. @GloriaHRevolturas
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