Parece que es natural en el humano la necesidad de vivir prevenido, a la defensiva, imaginando lo peor, lo más peligroso, lo más amenazante. Desde tiempos prehistóricos estuvo expuesto al peligro y debió aprender a sobrevivir sin más instrumentos que el miedo o imaginando como terrorífica cualquier situación para poder enfrentarla. Tiempos primitivos donde la inteligencia era elemental y la astucia o conciencia no estaban ni siquiera mínimamente desarrolladas. No había opciones, ni remotas, para la confianza o la seguridad. Estamos hablando de épocas prehistóricas donde se vivía en medio de una naturaleza desbordada, rodeados de animales salvajes, donde el instinto mandaba la parada. Ni inteligencia racional y mucho menos conciencia. Elementalidad en su máximo apogeo. ¿Cómo defenderse? Sólo quedaban el miedo y tratar de doblegar el peligro, “adelantándosele” imaginándolo, suponiéndolo. ¿Qué más caminos quedaban?
Parece, sin embargo, que muchísimos humanos siguen en la edad de piedra. No han salido de la época de miedo y peligro a pesar de los múltiples avances de la tecnología, la neuroplasticidad, la sociología (por nombrar solo algunas ramas científicas) que brindan herramientas sanas de sobrevivencia y vivencia dignas. Muchos en su mentalidad primitiva siguen rodeados de supuestos peligros que cada día acrecientan más en su interior (ojo, en su interior) dándoles pedal desde su imaginación. O como dice Margarita Pazos, “prenden” su propia Radio Miseria y desde allí viven una “imaginada” tragedia diaria. En ellos todo, todo es negativo. No hay ni un centímetro de espacio para la gratitud, la solidaridad o el reconocimiento de su presente. Entonces, imposible tener ni siquiera un saludo amigable con ellos. Cual succionadores de energía, la quejadera forma parte de su existencia y siempre o vomitan miedo y resentimiento o te drenan momentos armónicos. Cada vez que te comunicas con ellos hay una queja, un reclamo, una demanda.
Fundamental en la salud mental son el manejo del equilibrio y vivir en tiempo presente, dos herramientas aparentemente simples pero que cambian la forma de vida. En el equilibrio se prueba que la dualidad no existe, porque no puede darse alto sin bajo, adentro sin afuera, agresivo sin pasivo, vendedor sin comprador… y en el tiempo presente, aceptando que no hay futuro, no existe (¿ya lo conoce?) y que el pasado forma parte del presente porque te ha construido como el personaje que hoy eres. Entonces quejarte, renegar, reclamar ¿cuál es el sentido? Pero lo sorprendente es que como la quejadera no resuelve problemas, por el contrario, si los acrecienta porque es una energía que contamina tu cuerpo físico, tu cuerpo emocional y tu cuerpo energético llenándolo de amargura. Respirar carroña todo el día tiene sus efectos…
Entonces, de acuerdo al nivel de quejadera que practique o lo rodee puede darse el lujo de calificarse a usted, su entorno, familia, amigos, nivel laboral, como seres de la prehistoria o personas del siglo XXI, que han entendido que el mundo no es perfecto. Que hace rato que dejaron de ser niños de pecho, que “nadie” vendrá a salvarlos y que la responsabilidad el bienestar y armonía, es una tarea personal que nadie puede asumir por nosotros. El que se vive quejando o es un prehistórico o un niño de pecho que aún no ha crecido y pide a gritos “teta de la máma”. Cuando hay otro mundo que bien vale la pena empezar a descubrir…
Gloria H. @GloriaHRevolturas
👌 💪 👍 😄
Contacto: 602 668 31 76 – 315 368 51 72