Posiblemente mi condición de psicóloga me permite entender en forma mas comprensiva lo que significan la rivalidad y los celos. Que se dan en todos los escenarios. Por ejemplo el triunfo de Pilar Quintana (maravilloso) con su novela “Los Abismos” nos llena de orgullo y satisfacción, sobre todo en Cali. Pero soy consciente que su logro también “molesta” a otros que se podrían considerar merecedores de ese galardón. Y así en cualquier dimensión humana. Hay rivalidad ente hermanos, la mas primaria y visceral (a quien prefieren papá y mamá), porque el mito de que a todos los hijos se los quiere por igual no es sino otra falacia y de allí en adelante sigue la proyección a otros niveles. De hermanos pasamos a alumnos, a vecinos, a parejas, a compañeros de trabajo, a ciudades, a países… En fin, en cualquier escenario.
Y claro, las profesiones no escapan a este virus. Arquitectos, ingenieros, periodistas, psicólogos, médicos. Hoy me quiero detener aquí, porque Cali vive un fenómeno particular surgido de un logro que para muchos es inmensamente satisfactorio, pero que a otros pudo molestar. “Ardió”, produjo piquiña. Hizo que la mirada preferencial se desviara para otro lado y entonces los celos y rivalidades afloraron. El grupo de médicos (¿independientes?), que construyeron una solución (¡fue una solución!) para el Ancianato San Miguel y para tantas otras personas, ha generado molestia en otros profesionales, organizaciones e instituciones que no están en ese grupo. Al punto que nombrarle a un profesional de la salud el nombre de los “arriesgados”, significa respuestas cortantes: “quédese con ellos”, o ni siquiera aceptar exámenes de laboratorio de otro grupo “que no sea el mío, al que yo pertenezco”. Envidia, desconfianza, resquemor… como si estuviéramos hablando de ganadores y perdedores. O mejor de protagonistas y segundones y no de un cuerpo médico científico luchando por el bien común. Hay interés en desvirtuar su trabajo, en considerarlos teguas, en juzgarlos como oportunistas o charlatanes. Entre los mismos profesionales de la salud, como entre las Instituciones, hay una competencia feroz por ocupar el primer lugar. Aquí está la prueba. No existe una comunidad solidarizándose con un resultado y difundiéndolo para beneficio colectivo sino construyendo guetos de especialistas generando desconfianza entre unos y otros. En la mitad, los “pacientes” observando la rivalidad, sin entender cómo la salud no es la prioridad sino el ego. Educados bajo el ropaje de la competencia, estos son los efectos… De allí la inmensa necesidad de que la educación deje de ser competitiva para ser solidaria. No mas primer puesto, no mas el ideal de ser el mejor, no mas los codazos para llegar a la meta. La filosofía Ubuntu aquí sería maravillosa. Solidaridad no competencia.
Pues bien, aceptar que el trabajo del grupo de Oscar Gutiérrez y Marcos Martínez tiene resultados “incomoda” porque no tiene aval científico, ni está patrocinado por ninguna marca específica. ¿Efecto placebo? Pues si es así, que maravilla, dio resultados. Sé que esta no es la explicación del logro pero sí es importante que en un momento de tanta necesidad podamos deponer los celos y la rivalidad ayudando a difundir un resultado concreto y efectivo. ¿Es esperar demasiado?
Gloria H. @GloriaHRevolturas