Netflix es un depósito donde encuentras por igual joyas o basura. Al buscar te llevas sorpresas agradables o chascos completos. La serie turca “Mi otra yo” es una de las que sorprende por su temática diferente, novedosa y disruptiva. Que sea Turquía la que lidere, a través de esta película, nueva información psicológica como Constelaciones Familiares es gratificante. El mundo científico rígido y cerrado en ciertos temas, no logra aceptar movimientos energéticos como éste. Secretos familiares, abortos, lo no dicho, los excluidos, las emociones congeladas, lealtades con los antepasados, todo “juega” en la construcción del presente tanto individual como colectivo. “Somos menos libres de lo que creemos” expresa la psicoanalista Anne Ancelin Schutzenberger, haciendo referencia al peso del árbol genealógico. La Ciencia se resiste, desde su dogmatismo, a dar aval a estos enfoques que sanan y liberan. Lo significativo es constatar qué tan instantánea pueda ser la sanación cuando se toma conciencia de lo sucedido en la historia familiar. Bert Hellinger es el artífice de la teoría que se ha expandido en el mundo psicológico y que apunta muy particularmente al proceso de conciencia, asumir, perdonar y liberar los pendientes de la historia familiar.
En la serie la médica cuestiona directa y desafiante al constelador: tomar consciencia del pasado rompe las ataduras con los pendientes de los ancestros y ella no lo digiere: su formación profesional racional no le da para aceptarlo. Es allí donde la “magia” de la constelación impacta. ¿Cómo lo hacen? ¿Quién prepara a los participantes? ¿Son actores? La explicación científica se da a través de la teoría de los campos mórficos de Rupert Sheldrake donde explicado en forma muy elemental, al ser energía todos estamos conectados y la información de lo ya vivido “no desaparece” porque no esté presente. El que participa, representando una historia, se compromete solo a “sentir” como si fuera una antena que se conecta con la información del que constela. No habla, sólo siente. Y es allí donde ocurre la magia. Se siente, se vive la experiencia del otro sin tener información sobre el árbol genealógico que representa y sin tener explicación racional sobre lo que sucede. Pertenecemos a un sistema, a un campo, lo que nos vincula a red de informaciones y de interrelaciones solidarias que se hacen presentes al intencional el espacio con la inquietud de quien constela. Una explicación sencilla es imaginar que los participantes que representan el caso son como antenas que conectan con la historia que se quiere sanar. Como los carritos chocones conectados a una gran red de cables que los hacen mover y girarse. En Constelaciones hay 3 elementos básicos: el Constelador, el que constela y los participantes. Es tan fuerte la intención del campo que los participantes pueden reemplazarse con muñecos u objetos. En “Mi otra yo” sucede con cristales.
Las Constelaciones están de moda y el boom por hacerlas es intenso. Hay que escoger a las personas idóneas y ¡experimentarlo! Ninguna explicación “oída” o “leída” puede dimensionar la realidad de lo que allí sucede. Aclarando que la Constelación requiere posteriormente acompañamiento psicológico. Bienvenida la apertura a las nuevas miradas en Psicología.
Gloria H. @GloriaHRevolturas
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