La crisis de la Iglesia Católica, sus actos de pederastia, tiene como causa principal dos hechos “aparentemente” sin conexión: el reconocimiento de “la homosexualidad del 80% de sus miembros”, (según el periodista Frederic Martel en su libro SODOMA) y la manera como el catolicismo concibe y trata a la mujer. Uniendo las dos acciones (a propósito del día internacional de la mujer el 8 de Marzo) podría decirse que el problema de pederastia es el “resultado” del maltrato eclesial a la mujer. Y hablo de maltrato porque ninguna organización humana tan importante dentro de Occidente como la Iglesia Católica ha despreciado a la mujer en esas proporciones. No existe, no es apta, no califica para el puesto. Para la religión católica la mujer no merece la misma consideración ni el mismo trato que un hombre. No encaja en el oficio de sacerdotisa porque sólo los hombres son los encargados de realizar esa función. (¡Y de qué manera!) No importa que los tiempos cambien, que la ciencia dé nuevas luces, que la evolución abra la mente, nada importa. En tema mujer dentro de varias religiones el oscurantismo se multiplica. No hay apertura, ni cambio en el concepto de género. Para la cultura patriarcal soltar el poder es peligrosísimo. Entonces para la Iglesia católica, las mujeres sólo sirven para arreglar camas, servir tintos, colocar flores y cocinar. ¿Qué otro papel desempeñan en esa jerarquía?
Reclamar equilibrio no puede interpretarse como “frustración femenina” por cargos de poder. Lo significativo es la incoherencia que existe en la religión con el tema de sexualidad y género. Sus anquilosadas creencias prácticamente la vetan para orientar en temas como familia, mujer o sexualidad. ¿Desde qué óptica podría hacerlo? Desde el pecado, desde lo prohibido, desde lo malsano, desde lo morboso, pregunto, ¿desde qué lugar? ¿Con qué autoridad ética o científica lo pretende hacer si no cree en el desarrollo sano de la sexualidad? Y no lo cree porque les prohíbe a sus servidores, sacerdotes y monjas, que la practiquen. ¿Desde que mirada puede orientar cuando ella misma esta sumida en un mar de confusión? Para el catolicismo se es “mas puro”, mas casto o mejor persona, sin tener contacto sexual entonces ¿en qué estamos?
La Iglesia terminó siendo el fortín de un gran número de hombres con dificultades en las relaciones con las mujeres. Ser sacerdote era un honor que podía “esconder” problemáticas sexuales. Pero como la energía sexual no puede reprimirse “toda la vida”, el desfogue se vive por los recovecos, aprovechándose de niños y niñas ingenuos que accedían a todas las demandas del pervertido sacerdote. ¿Se puede confiar en un él? ¿En una monja? Hombres y mujeres yendo “contra natura” y “guiando” a otros en algo que para ellos o es prohibido, o es insano o es morboso? ¿Cómo justificarlo?
No se necesita comparar a la mujer con María. Eso no es ni reconocimiento ni honor: es sofisma de distracción. Lo que la Iglesia necesita, si quiere evitar el descalabro, no son leyes para “el día después” de los actos de pederastia. Si realmente quiere evitarla, abra la mente y las creencias dando luz verde a una sana sexualidad donde hombres y mujeres, socios de la misma sociedad, reciban un trato equitativo. ¿Es tan complejo entenderlo?
Gloria H. @Revolturas