Hace mucho tiempo que dejé de “adorar” ídolos, personajes, creencias, religiones. Creo que detrás de esas idealizaciones hay carencias escondidas. Es como si se le pidiera a la organización, institución, personaje o creencia, que complete aquello que individualmente no se ha podido lograr. Piense por mi, decida por mi, libéreme de la responsabilidad de ser dueña de mi misma. Es una manera disimulada de “colgarle” la propia vida a otro. Toda una evasión de conciencia… Por ello no soporto las adoraciones a ningún personaje: es casi como desnudar falencias personales. Dime a quién adoras e intuiré que te falta.
Caudillo y líder no son lo mismo. Un caudillo es un ídolo, alguien que produce un encantamiento, algo así como una idiotización donde se pierde la capacidad de análisis y razonamiento. Como en toda relación, se necesitan las dos partes de la ecuación: el personaje y el medio donde pueda brillar. Sorprende si, que el caudillismo parece ser un fenómeno latinoamericano, con excepción de España. Por algo es la madre patria. Pero no se conoce un caudillo canadiense o uno francés. Ah Putin, pero ese no es caudillo, es dictador. ¿Hay diferencia?
¿Por qué se forma un caudillo? ¿Qué elementos se requieren para crearlo? Dos teorías psicológicas ayudan a explicar el por qué de su existencia. La primera, Latinoamérica es una sociedad donde la corrupción, la violación de las normas, las coimas, atajos y ventajas marcan la parada. La violación de la norma parece haberse incrustado en el ADN de nuestros países, como si fuera parte de la identidad. Las Constituciones son “letra muerta” y siempre se busca la complicidad para brincar la Ley. Somos comunidades “sin Dios ni Ley”, al arbitro de la oportunidad para “salirnos con la nuestra”. Es posible que el rechazo a la norma, haya nacido del rechazo al padre real. ¿Por qué se desconoce la Ley? ¡Porque se desconoce al padre! El padre hombre latinoamericano con el que se convivió, tiene características marcadas de autoritarismo, machismo, patriarcado y posiblemente se lo rechazó y se le temió con la complicidad de la madre alcahueta y sobreprotectora. La Ley y el padre simbólicamente van unidos: a ambos se los rechaza. Pero, segunda explicación psicológica: la forma de compensación, de reparación inconsciente, de esa ausencia de padre y desconocimiento de la Ley es la idealización del caudillo. Es lo que se denomina una proyección. Proyecto en alguien mis carencias o faltantes. Le atribuyo a ese personaje todo lo que no recibí en el mundo real. Ese caudillo por lo tanto es intocable. ¡Qué tal si no! Si se desmorona, lo que se derrumba es el castillo de mi psiquismo. No puedo permitirme que alguien se atreva a cuestionarlo. A propósito ¿por qué no hay caudillas?
Entonces el caudillo existe porque se necesita como compensación emocional y social. No importa su ideología, el caudillo “salva” de asumir la propia vida porque en esa sumisión servil de quienes lo siguen, no hay cuestionamientos. Lo que el dice es perfecto. El caudillo es una proyección de todo aquello que me quedó faltando. El caudillo se convierte, en consecuencia, en la cabeza del país, es el único que piensa, el único que manda, el único que sabe del bien y del mal, de lo correcto y lo incorrecto. ¿Necesita caudillo? ¿Conoce alguno?
Gloria H. @GloriaHRevolturas