Hace unos años hizo historia la frase del Rey Juan Carlos en una de esas inocuas cumbres de presidentes, cuando le dijo a Hugo Chaves “por qué no te callas” ante el disgusto por lo que el venezolano expresaba. Paradójicamente, hace unos días, la líder indígena asesinada en el Cauca expresaba lo contrario: “no nos callemos” pues nos matan si hablamos y también si no lo hacemos. Entonces ¡hablemos! ¿Qué pasa con el lenguaje? ¿Qué pasa con el poder de la palabra?
Se creyó que una de las manera de tener paz era evitar el conflicto, la diferencia. Hay armonía si se piensa, se actúa y se siente igual. Pero sin darnos cuenta (falta de conciencia), la pluralidad nos invadió. Hoy la diferencia asusta como un tsunami que hay que capotear. Respetar la diferencia no es fácil porque implica respetar al que irrespeta. ¡Qué paradoja! Respetar criterios así no se esté de acuerdo. Pero respetar no es callar, no es invisibilizarse. Y cada vez es mas prioritario como lo dijo la líder indígena, no callar. En cualquier escenario, en cualquier organización, familia, trabajo, escuela, política, hay que hablar. Hablar no es convencer, imponer, insultar o agredir. Lo mas elemental de un diálogo es la información. “Respondo por lo que digo, no por lo que interpretas”. No es necesario humillar ni agredir. Cuando se acaban los argumentos, empiezan los insultos. Los seres humanos tenemos el don de la palabra que claro, no viene sola, tiene una intención, pero la capacidad de poder organizar pensamientos, emociones y experiencias a través de los términos, no solo libera sino que permite construir vincularidad. Permite confrontar el propio criterio, porque se aprende mas de la diferencia que de la igualdad. La igualdad es una fantasía casi infantil Una prolongación de un estadio del espejo donde no se asimilan las diferencias.
Pero… el mundo es otro. Y aquellos que prefieren evadir o silenciarse (están en su derecho) anulan opciones de aprendizajes personales y de su entorno. Hay que saber decirlo. Hay que conocer la carga emocional de lo que se expresa, porque puedo utilizar las palabras para vomitar toda la toxicidad que guardo en mi interior. Cada quien tiene un pequeño “cuarto de san alejo” donde las frustraciones, fantasmas, herencias ancestrales se guardan para intentar “desaparecerlas”, escondiéndolas. Equivocada decisión. Intentaran “salir” de cualquier manera, hasta por medio de la enfermedad. En Psicología decimos que lo que no se habla se vuelve tumor. Mas vale entonces hablar. El mito de la objetividad hay que derrumbarlo como se derrumbó la creencia de que la tierra era plana. Diferente a objetividad es el equilibrio al que si hay que intentar practicar. Pero objetivo ¡nadie!
Hay que hablar para reconocernos diferentes no para aplastarnos. El que mande a callar a otro, le niegue la palabra o crea que “a nombre de la paz” hay que instaurar el silencio, posiblemente es un cobarde. Sorprenden la cantidad de fakenews que ha transmitido la cultura. Es difícil saber qué época ha mentido mas, la actual o la pasada. La competencia entre “períodos mentirosos” sería como para “alquilar balcón”. En el medio la cordura, ud, yo, deseosos de quitar máscaras a la apariencia para hablar nuestra verdad, la de cada quien. Diferentes pero válidas.
Gloria H @GloriaHRevolturas