Ucrania está a cientos de kilómetros de aquí pero la distancia no impide que se puedan aprender lecciones de lo que vive ese país. Tanto la pandemia como los hechos de guerra mostraron qué tan conectados estamos los seres humanos. Somos uno, somos humanidad y estamos irremediablemente ligados, independiente de las distancias geográficas, diferencias ideológicas y hasta horario para dormir. La famosísima expresión “el aleteo de una mariposa se sentirá en cualquier lugar del mundo” nunca como ahora es tan cierta. Cientos de personas, acompañados de hijos y maletas en un éxodo que golpea con solo verlo. ¡Qué tan fuerte es entonces vivirlo en carne y hueso, sometidos a los caprichos, locura, ansia de poder, ideologías de unos pocos que determinan sobre la vida de muchos! Sorprende la cantidad de niños que acompañan esa migración. En sus memorias quedaran, para bien o para mal, el recuerdo de ese éxodo, del abandono de “lo suyo”, para empezar como refugiados en otro lugar tan extraño a sus afectos. ¿Qué llevar entonces, en una pequeñísima maleta? ¿Qué escoger de su entorno para llevarlo consigo? ¿Cuál es el objeto, o los objetos, que se convierten en imprescindibles para el resto de la vida?
Y aquí viene nuestro aprendizaje. ¿Qué llevaríamos en una maleta si fuéramos nosotros los protagonistas de ese éxodo? ¿Cómo decidir qué dejar y qué abandonar de lo que nos rodea y se vuelve tan necesario en el día a día? Sí, puede interpretarse como una muerte anticipada puesto que “para el otro lado” no nos llevamos nada. Pero esos simulacros de muerte anticipada ayudan, definitivamente, a revisar qué es lo realmente importante, de qué tamaño son nuestros apegos y qué tantas cosas terminan siendo innecesarias. Vivimos en una época de consumismo, compras y necesidades materiales, pero paradójicamente, los dos últimos acontecimientos universales –pandemia y guerra- nos han mostrado la futilidad de lo material. ¿Para qué necesitamos tanto? ¿Por qué a través de la desenfrenada publicidad se insiste en vender necesidades materiales cuando es claro, que sobran, son inútiles y ni siquiera proporcionan la tan anhelada felicidad?
Hacer el ejercicio de enfrentarse a ese encrucijada ¿qué llevar en una pequeña maleta? ¿qué escoger de lo que me rodea? es una tarea liberadora que proporciona desapego y tranquilidad. Nunca como ahora es tan claro que quien menos necesita es quien mas disfruta. Quien logra proyectar sus deseos materiales hacia intangibles como la salud, o la naturaleza, la cooperación, la gratitud o la solidaridad, es quien tiene la condición de encontrarse en paz consigo mismo. ¡Ligeros de equipaje! Hasta los nativos digitales saben cada vez mas que una mochila, un celular o computador, son sus necesidades básicas para sobrevivir. Ni carro (¿mejor bicicleta?) ni casa (cualquier hostal), ni pareja estable, ni familia, ni hijos, son anhelos por las que vale la pena luchar. Si todo termina en un segundo, si nadie “garantiza” lo que está por venir, ¿cuál es entonces la necesidad de acumular? Al final todo termina siendo relativo y “excesivo”: solo perduran en la memoria las experiencias y recuerdos que nunca abandonan. Un mundo sin futuro porque la incertidumbre manda la parada. Al día y al momento, ligeros de equipaje. Ucrania enseña…
Gloria H. @GloriaHRevolturas
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