Cuenta la tradición que la Torre de Babel fue una construcción de los descendientes de Noé, una vez salvados del diluvio universal. Quisieron emular con Dios y este, en represalia, suprimió el único lenguaje en que se entendían, para dar paso a los diferentes idiomas, lo que detuvo su evolución y que pudieran alcanzar lo que se propusieran. Aplastó su soberbia y cortó sus ínfulas de dioses. Babel significa confusión. El lenguaje universal, creador, absolutamente poderoso, fue olvidado y los humanos hablando en sus diferentes idiomas están obligados a evolucionar desde la confusión apostándole mas al mal que al bien. ¡No pueden comunicarse!
¿A quien creerle? ¿A quien escuchar? Toda explicación dada es susceptible de ser explicada de otra manera. Toda verdad tiene otra verdad a su lado. Toda posición política tiene su contraparte. A toda ideología le corresponde una rival ideológica. Cualquier planteamiento merece otro igual de fuerte, al primero. Total, es imposible sacar una conclusión porque absolutamente todo es susceptible de ser interpretado de otra manera. Toda foto tiene su contraparte, a todo video le corresponde un antivideo. A todo pensamiento le llega su refutación. ¿Entonces?
El problema no es tanto en lo que sucede como en la forma como se interpreta, se transmite y resuena en los demás. Estamos en una Torre de Babel con la imperiosa obligación ética de escucharnos para intentar un mínimo en un lenguaje común. Impacta escuchar las diferentes versiones de los acontecimientos. Siempre existe “otra” versión. Siempre brinca la contraparte. ¡Es abrumador! El impacto emocional de observar cómo todo da vueltas en un espiral sin salida. ¿En cuál palabra confiar? Para muchos la confusión es salvadora. Entre mas perdamos el norte porque todas las partes tienen un mínimo de razón, alguien estará ganando. ¿Quien? Como decía Humberto Maturana, (biólogo chileno) recientemente fallecido “no ser de ninguna parte significa no estar comprometido con ninguna ideología (…) puedo pensarlo todo porque no tengo las respuestas prehechas a mis preguntas, sino que me tengo que detener a observar, a entender. Lo que se opone a una ideología es la reflexión. Si no hay reflexión, hay ideología. Y usted nunca ha creído en una ideología?. Sí cuando era niño”.
¿Qué hacer? La respuesta no solo es política y social. Tiene que ver con usted, conmigo. Es conciencia, es la capacidad de caer en cuenta de que Colombia tenía los ojos vendados. La columna de Yolanda Ruiz donde pregunta “cómo puede una familia vivir al mes con $331.668” es sobrecogedora. La responsabilidad social no puede evadirse y allí todos debemos aportar. Claro, en “río revuelto ganancia de pescadores”, pero el que haya excesos en todos los frentes no es justificación para no percibir la inequidad, la desigualdad. Para muchos aun seguimos en la Conquista o en la Colonia, épocas donde se crearon fronteras “invisible” para clasificar a la “gente de bien” y a los “demás”, heredando “los de bien” privilegios (?) que desembocaron en superioridad y su contrario discriminación. Aun continua… No es casual la expresión colombiana “usted no sabe quien soy yo”. Demarcar fronteras legaliza la exclusión. Esto se llama Babel y parece que hoy todos estamos inmersos en su construcción…
Gloria H. @GloriaHrevolturas