Una mujer le grita a una periodista “llévese a mi hija” e intenta entregársela: solo es una bebé, pero la madre desesperada quiere que viva, así no sea a su lado. Un niño pegado a la ventana del bus, despidiéndose de su padre mientras el vehículo arranca: su mirada lo dice todo. Otra niña aferrada a su papá, mientras que este llora desconsolado, sin disimular su dolor. Otro chiquito caminando solo, llorando, arrastrando una maleta. Imágenes de guerra, imágenes de sufrimiento desde el mundo infantil sin lograr entender qué pasa. ¿Por qué los separan de lo suyo, de su entorno, de su casa? ¿Donde están su almohada, sus juguetes, sus amigos? ¿Y la escuela? ¿Por qué en un instante todo cambió? ¿Estos niños (que no serán niños eternos) cómo cobrarán su dolor cuando puedan hacerlo? ¿En qué clase de adulto se convertirán? ¿Sabemos acaso, cuántos Putins estamos engendrando? El asunto ahora no es cuándo regresar sino ¿a qué regresan ya? En tanta destrucción ¿qué se hicieron sus vidas, su pasado, sus recuerdos? Desde la salud mental se conoce que cuando a una persona se le pierden sus referentes y mas si es un infante, corre el riesgo de extraviarse “del todo” es decir, entrar al mundo de la psicosis posiblemente para nunca mas salir de ella… ¿Qué tanto nos falta como humanidad para valorar lo realmente importante?
Y ahora en Méjico, 22 personas heridas en un partido de futbol mientras los niños (otra vez) salen corriendo espantados con esa violencia. Habían ido a divertirse y terminaron en medio de una tragedia… En Bucaramanga una adolescente es asesinada por robarle un celular. De regiones del Cauca salen cientos de familias con niños, desplazados, huyendo de una violencia desgarradora. Los niños van de la mano de sus padres, o de algún adulto, pero en sus ojos se percibe la pregunta sin respuesta ¿por qué? Lo he escuchado muchas veces en mi consultorio, impulsados por situaciones familiares “corrientes”: no le pedí que me trajeran al mundo, no decidí nacer, no me interesa vivir. Entonces, ante este panorama actual y mundial ¿vale la pena engendrar hijos? ¿Con la mano en el corazón (y en la razón) una pareja joven deseará tener hijos? ¿Embarazarse hoy terminará siendo un acto de responsabilidad o irresponsabilidad? ¿Pueden los niños y niñas seguir siendo espectadores pasivos (y sufrientes) de la locura adulta? Y no es que una mascota no sufra, pero de acuerdo a las circunstancias se “justifica” criar animales no hijos, así el Papa lo considere una injusticia… Son mas fácilmente reemplazables, viven menos años y su nivel de conciencia no es el mismo de los seres humanos. Aun cuando hay casos donde la animalidad humana “supera” con creces la de los animales.
Estamos frente a múltiples preguntas sobre la condición humana. Pero es obvio que traer hijos cada vez es menos “atractivo”. Los deseos de proyección ya no serán depositados en el árbol genealógico. Los afectos pareciera no van a darse con “los nuestros”. Hay tanto niño abandonado que vale la pena acoger a este pequeño y no multiplicar el problema. El dolor reflejado en sus miradas silenciosas y tristes lo justifica. Ya no hay alegría en los ojos infantiles. Y entonces no será mas cierta la expresión de que “Cuando nace un niño es como si Dios reforzara la confianza en los humanos.”
Gloria H. @GloriaHRevolturas
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